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4 de diciembre de 2010

Las margaritas de mi madre

A mi madre le encantaban las margaritas. Recuerdo que, cuando llegaba la primavera, salía a andar al campo, se traía un ramo de margaritas silvestres a casa y las ponía en un jarrón, cuidándolas como si hubiesen sido un regalo. Una flor tan sencilla... estaba hecha para ella. Mi madre nunca necesitó grandes cosas, no le gustaban las joyas y jamás pidió nada para ella. Vivió una vida sin lujos, teniendo que trabajar para sacarnos adelante. Si algo la definía era su fuerza de voluntad y su generosidad. Murió como vivió, sin molestar a nadie, sin quejarse. No pasa un día que no la recuerde. Tenía razón, como siempre, cuando me decía "cuando no esté me echarás de menos y valorarás lo que es una madre". Ahora que yo también lo soy y que no la tengo a mi lado, sé que se puede dar todo por un hijo. Y mi trabajo me lo demuestra cada día. Cada una de las madres que conozco viven dedicadas a sacar adelante a sus hijos, con la dificultad añadida de enfrentarse al mundo de la discapacidad. Ser madre no es nada fácil, sin embargo puedes contar siempre con la referencia de esa persona que lo dio todo por ti con la única finalidad de hacerte feliz.
Ante todo, hay que ser fuertes. La vida no deja de ser siempre una aventura que hay que superar.

1 comentario:

  1. También yo tengo cierta predilección por las margaritas.
    Gracias a una que prendí en mi pelo en tiempos de instituto gané en un pequeño concurso el libro de los 20 poemas de Neruda que abrió las puertas a un mundo nuevo.
    Ser madre es personal e intransferible; cada una de nosotras da un sentido propio a esa palabra, pero...que un hijo/a te tenga presente es la mejor recompensa del mundo.
    Bueno no, la mejor son esos besicos de buenas noches, esos dibujos...algunas palabras.
    Margaritas de vida.

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